Editor

LA COLUMNA DEL EDITOR

Queridos lectores:

Es motivo de alegría y agradecimiento para mí comenzar a dirigir este periódico. Nuestra Voz tiene ya una historia: se acerca a su cuarto aniversario. Sea entonces mi primera palabra para dar las gracias a los que hicieron posible su nacimiento y su desarrollo durante estos cuatro años. Y también a los que en otras épocas animaron proyectos semejantes, como el periódico Nuevo Amanecer, que se publicó en la década del ochenta.

Nuestra Voz es también parte de una historia más extensa. The Tablet, el periódico católico de Brooklyn que se publica en inglés desde hace más de un siglo, es como su hermano mayor. No olvidemos, sin embargo, que hace cien años The Tablet era considerado un periódico “irlandés”, un periódico para inmigrantes. Con el tiempo se convertiría en el periódico de todos los católicos de Brooklyn y Queens y en uno de los medios católicos más respetados del país. De ahí nuestra admiración y nuestro respeto.

Y Nuestra Voz, ¿qué es? ¿Quién es el “nosotros” detrás de ese “nuestra” en el título del periódico?

Nuestra Voz es, en primer lugar, la voz de la Iglesia que peregrina en Brooklyn y de su Obispo, monseñor DiMarzio. En cada edición los católicos hispanos pueden leer en su idioma una columna escrita por su Obispo. Como pueden frecuentemente leer las palabras de monseñor Cisneros, el obispo auxiliar y vicario para Asuntos Hispanos de la diócesis, así como las de otros sacerdotes y laicos comprometidos.

Nuestra Voz es la voz de las comunidades, de los feligreses. Esa es la voz que se escucha —que se lee— en los artículos sobre las parroquias, en entrevistas, perfiles, reportajes, donde los fieles expresan sus sueños y sus desvelos, sus esperanzas y sus temores. Y Nuestra Voz desea escuchar cada vez más sus opiniones para poder realmente ser su voz. Por eso queremos iniciar una sección de cartas de los lectores; por eso nos proponemos visitar las parroquias y hablar personalmente con nuestros lectores.

Nuestra Voz, como voz de la Iglesia, aspira a tener un tono distintivo y peculiar, un tono católico. Queremos ofrecer una visión que refleje los acontecimientos del día, pero con una mirada que lleve en sí la sabiduría de la Iglesia, una mirada que parta de la historia y del Evangelio. ¿Y qué queremos decir con eso? Sería más fácil explicarlo con una anécdota.

Una anécdota

Ed Wilkinson ha sido director de The Tablet por treinta años. El editorial de la primera edición dirigida por él, en junio de 1985, trataba sobre la posible respuesta de Estados Unidos ante el secuestro de varios ciudadanos estadounidenses por terroristas chiitas. El editorial condenaba el hecho y afirmaba que, en las personas de aquellos inocentes, estaba secuestrada toda la sociedad civilizada. Y luego pedía evitar la tentación de responder a la violencia criminal con otra violencia que nos rebajaría al nivel de los criminales. Comenzaba así una línea editorial que expresa la visión de la Iglesia ante los sucesos diarios y que sigue siendo hoy el estilo y el talante de The Tablet.

Desafortunadamente, comenzamos esta etapa del camino hoy a la sombra de un suceso de resonancias parecidas a aquel que comentaba Ed Wilkinson en junio de 1985. Estamos, por supuesto, estremecidos ante la matanza racista ocurrida en la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emmanuel, de Charleston, Carolina del Sur.

Un grupo de cristianos se había reunido para orar. Un joven de 21 años, armado de una pistola y un racismo diabólico, asesinó a nueve de ellos. Una monstruosidad semejante, ¿no es acaso un atentado contra toda la sociedad civilizada? ¿No es acaso la expresión extrema del racismo, esa perversa enfermedad social?

El editorial de The Tablet de hace 30 años serviría muy bien para responder a estos hechos: la respuesta cristiana a la violencia no puede ser la violencia. Y en ese sentido los familiares de las víctimas de Charleston nos han regalado un conmovedor ejemplo de perdón y caridad. Qué testimonio de fe han dado con su respuesta de extrema bondad a un acto de maldad extrema.

Laudato si’

Comenzamos también esta etapa a raíz de la publicación de la encíclica Laudato si’ del papa Francisco. Es un documento que ha causado iras y aplausos desde las provincias más inesperadas de ‘la sociedad civilizada’. En este número publicamos un resumen de la encíclica y una breve guía sobre la misma. Volveremos sobre el tema en próximas ediciones. Pero digamos algo desde ahora a los críticos del Papa: No es serio proclamar que el Papa habla inspirado por el Espíritu cuando dice algo que a uno le gusta, para afirmar luego —cuando escribe algo que contradice las preferencias personales—, que su opinión no vale más que la del cualquier hijo de vecino.

Y reconozcamos que, al hacer suyo el tema de la ecología, el Papa repite ante el mundo moderno el gesto de san Pablo en el Areópago de Atenas. Ante un mundo predispuesto en contra del cristianismo —y ninguna sociedad era menos cristiana que la sociedad ateniense del siglo I— , san Pablo trata de llegar a sus oyentes. Ve, entre las estatuas innumerables de los innumerables dioses griegos, una dedicada “al dios desconocido”. Y les dice a los griegos que ese es el dios sobre el que él les está hablando. Más allá de las polémicas y las valoraciones, en la encíclica Laudato si’ hay un intento de inculturación, de diálogo con el mundo actual, que no podemos desconocer ni descartar.

Queridos lectores, en lo que dice el Credo debemos estar de acuerdo si queremos llamarnos católicos. De casi todo lo demás cada cual tiene sus propias opiniones. Aquí van a leer las mías. Y me gustaría leer —y publicar aquí— las vuestras. Escríbanme a jdominguez@ desalesmedia.org. Vamos a conversar.